jueves, 23 de diciembre de 2010

Capítulo 4


Capítulo 4
“La noche, la lluvia y la luna” Parte 2



Katara se alzó estirando los brazos como si tuviese la intención de recoger todas las gotas de lluvia que iban cayendo progresivamente más rápido en poco tiempo. La joven, que vivía en el polo norte, había observado la lluvia muy pocas veces en su vida y le resultaba fascinante. Con el rostro ya húmedo y el cabello mojado, se puso a danzar de alegría bajo el cielo estrellado sonriendo como una niña en navidad, como si aquél fuese su particular presente. Zuko, que la observaba desconcertado por su actitud poco usual, no pudo evitar alzarse también de su sitio, se veía como un ser sobrenatural, como un ángel… se mordió el labio inferior i se acerco poco a poco a ella. Cuando la chica se percató de la cercanía de su compañero se detuvo.
-   ¡Esto es fantástico! – le dijo volteándose hacia él. Poco después se volvió a gira dándole la espalda. Entonces en un impulso inconsciente pero lleno de sentimiento el joven estiró sus brazos y la envolvió arrimándola a su pecho estrechándola contra él. Zuko, completamente sincero sentía el cabello de la maestra del agua en su cara, olía tan bien… sus brazos que rodeaban los hombros de Katara le dejaban sentir el calor de su pecho… todo era perfecto. Por otro lado, la joven quedó paralizada ante el repentino movimiento del joven de la nación del fuego así que en consecuencia se puso colorada: aquél chico tan atractivo que acababa de conocer… ¡la estaba abrazando! Cerró los ojos con fuerza y el joven príncipe se dio cuenta de lo rígida que estaba la chica, interpretó que aquello le estaba resultando incomodo, porque probablemente ella no sentía esa necesidad que a él le atenazaba de tenerla más cerca; reaccionó apartándose de golpe dejándola de nuevo libre bajo la lluvia, miró a su alrededor y observó su capa del ejército de la que poco antes se había desprendido, la tomó y cubrió los hombros de la chica. Ella se giró.
-   Pensé que quizá tendrías frió… - rompió aquel silencio que el creía tan incómodo agachando la cabeza a modo de disculpa. Mientras Katara se había vuelto para observar su rostro, no lograba comprender porque la había soltado tan de repente. Pensó que el maestro del fuego se había arrepentido de sus actos y le invadió la pena y la decepción.
-   Si…claro… - le contestó desilusionada. Decidió no preocuparse más, sonrió y continuó con una sonrisa impostada - ¿Tienes sueño?
-   No realmente, pero es necesario descansar para mañana no cometer errores estúpidos.
-   Si. – siguió sonriendo. – Puedes ocupar la tienda de Sokka, ¡Buenas noches! – se apresuró y entró en su tienda.
De nuevo Zuko quedó solo tras ver marchar a la chica de la que no podía quitar ojo, y aunque esta vez sabía donde estaba y eso le producía cierto alivio, no podía evitar pensar que se había ido rápidamente por su culpa <<Siempre lo estropeas todo, ¡idiota!>> se dijo a si mismo mientras se daba un ligero golpe en la cabeza con el puño.
La maestra del agua cerró tras de sí la tienda y se desplomó en la cama. Se culpaba a ella misma por estar pensando en otro chico que no era su hermano, el que en ese momento la necesitaba mucho más que aquél que hasta hacía poco no era más que un extraño. <<Me lo tengo bien merecido. Eso de que se arrepintiese, me pasa por ser tan egoísta>>

***

En una habitación realmente lujosa, decorada con cortinas de terciopelo rojo y una cama con sabanas de seda, la princesa Azula se paseaba de un lado a otro aburrida. Vestía un camisón de gasa roja y negra, ligero y espumoso, decorado con pequeñas piedras relucientes justo en el corte de su cintura, que con cada movimiento que daba, volaba alrededor de su níveo y esbelto cuerpo. Con el pelo color azabache grácilmente recogido se mordía las uñas color carmín en un acto de inconsciente inquietud.
-         ¡Traedme al prisionero! – dijo finalmente al guardia que custodiaba sus aposentos tras abrir las doradas puertas que los separaban.
-         Sí, mi señora.
Pocos minutos después, la joven maestra del fuego vio aparecer, sentadas sobre un de los sofás del lugar, al chico de la tribu del agua esposado y con cara de fastidio. En respuesta a esto, la princesa alzó su rostro para mirarle por encima del hombro mientras se levantaba.
-         Estoy muy aburrida, ¿por qué no me diviertes un rato? – de nuevo la sonrisa perversa apareció y le brillaron los ojos.
-         ¿Y qué se supone que puedo hacer yo? – dijo él entre la burla y el temor.
-         No lo se, quizá puedas… ¿cantarme algo? – se rió de nuevo. Sokka la miró con extrañeza alzando una ceja.
-         Yo no se cantar… - respondió indeciso. La mirada de Azula se endureció dando a entender que no había cabida para protestas, así que el joven se removió. – bueno… pero suéltame. – aceptó finalmente. La chica sonrió e izo un gesto con la cabeza a los guardias detrás del chico, entonces, estos le soltaron. – no me mates si te quedas sorda.

Cuando Sokka empezó a cantar, su voz se oía como un susurro solitario en la inmensidad del cuarto, era grave y ligeramente ronca, y sonaba como una canción de cuna de un padre para su hija, aunque su rostro mostraba su incomodidad por aquella situación tan extraña. Por otro lado, Azula que escuchaba abstraída, había liberado su expresión de toda tensión y ahora lucía inocente. Poco a poco, la princesa que se encontraba exhausta por la larga contienda, fue cerrando sus ojos ambarinos paulatinamente hasta quedar completamente dormida sobre el suave sofá de terciopelo. El guerrero de la nación del agua, sorprendido, también fue disminuyendo el volumen hasta quedar mudo observando cuan inocente podía llegar a resultar aquella chiquilla: << No es tan mala en realidad >> pensó con una sonrisa dulce, se acercó a ella y se quedó contemplándola en silencio.

***
Unos rayos de sol que se colaban furtivamente entre las telas de la tienda, brillaban sobre el torso pálido y desnudo del joven príncipe de la nación del fuego. Pronto alcanzaron su rostro obligándole a despertar definitivamente de su sueño. El chico parpadeó lentamente para acostumbrar su vista y observó a su alrededor para recordar donde estaba. Entonces, un rostro le vino a su mente, la cara de la persona que despertaba sentimientos que él creía inexistentes en su ser: Katara. Instintivamente, se alzó apresuradamente y salió de la tienda para comprobar que todo lo que había vivido hasta anoche había sido real; y el alivio llegó cuando la vio, allí frente a él sentada junto al fuego, suspiró y se quedó quieto unos instantes observándolas hasta que se percató de su presencia. Katara, que se había levantado antes, inquieta des de noche anterior, se volvió y fue sorprendida por la imagen de aquel chico desprovisto de camiseta alguna que cubriese su parte superior; su piel era blanca y parecía suave al tacto, fina y delicada, de manera que no pudo evitar sonrojarse mientras se preguntaba para sí misma cómo seria poder acariciar aquel fornido cuerpo. Se sintió avergonzada y en consecuencia, giró su rostro rápidamente de vuelta al desayuno que ella misma había preparado, aquel chico realmente le gustaba: << De buena mañana ¿y ya estas pensando en cosas indecentes, Katara? >> pensó para sus adentros.  Zuko, que lo contemplo todo des de la distancia se acerco y se sentó junto a ella.
-   Buenos días. – le dijo ella tímidamente con el rostro agachado para que no pudiese ver su sonrojo.
-   Buenos días. – le sonrió él que no comprendía lo que estaba sucediendo. No sabía porque pero se sentía realmente feliz.
-   ¿Quieres desayunar? Prepare algo con lo poco que nos quedaba… - susurró mientras le alargaba un cuenco con un poco de arroz y pescado.
-   Claro. – aceptó él tomando el cuenco, sin darse cuenta de que posaba sus manos sobre las de la chica a lo cual ella reaccionó alterada alzando su rostro de golpe y mostrando su nerviosismo y su sonrojada cara. Ambos se quedaron mirando fijamente a los ojos por largo rato, ella vergonzosa y él sorprendido por la expresión tan linda que mostraba la chica. Entonces, ella soltó el cuenco y él rozó con su mano derecha la mejilla de la joven, mientras sostenía el recipiente con la otra. << ¡¿Qué está pasando?! ¡¿Por qué me tocas?! ¡¿Por qué me miras así?! >> preguntó para sus adentros Katara que no pudo aguantar el mirar aquellos preciosos ojos ambarinos durante más tiempo, cerró con fuerza los ojos mientras su sonrojo cubría absolutamente todo su rostro. Al ver que la joven agachaba la cabeza ligeramente Zuko apartó la mano de golpe sorprendido por lo que el mismo acababa de hacer, entonces la chica alzo la cara al no sentir el tacto de la mano del príncipe sobre su mejilla, le miró con intensidad, puesto que a pesar de las dudas que instigaban su mente, aquello no le había desagradado. En el mismo momento en que volvieron a cruzar sus miradas Zuko se sonrojó al haberse visto con la guardia baja mientras ambos se preguntaban lo mismo: ¿qué acaba de suceder? Ambos se sentían inquietos y no sabían qué decir ni hacer, ni siquiera sabían cómo mirarse a la cara.
La maestra del agua, se levantó del tronco en el que estaba y corrió ligera hacia su tienda. Una vez dentro cerró tras de sí y posó su mano sobre su pecho. El corazón le latía tan deprisa, que parecía que quería salir, se dejó caer al suelo de rodillas y suspiró. << ¿Cómo es posible que un simple roce provoque semejante reacción en mi? >> se preguntaba ella.
 
Capítulo 4 ~fin~


El Detalle:
Grácias a Sungmin Park por apollarme y postear. Eres un cielo de mujer y creo que seré una pesada si te lo vuelvo a decir, pero no me importa: Te quiero y te agradezco de veras que aparecieses en mi vida en el momento preciso.
¿Quién me iba a decir que iba a conocer a una chiquilla tan agradable como tu hace menos de un mes?

 Besos preciosa ^.^

3 comentarios:

  1. <3333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333 ;A; que lloro angh me ha encantado *A*! es tan.oh por dios pedazo de imaginacion que tienes muhé <3 >__< sigue escriviendo porque molan demasiado <3 yo también me alegro muchisimo de avernos conocido y ya te echo de menos *quelloro* <3

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  2. pd/ que vivan mis faltas :________________3

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avandia