miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 3


Capítulo 3
“La noche, la lluvia y la luna” Parte 1



Una vez en el campamento Zuko se encargó de encender un nuevo fuego, que les serviría para cocinarse la cena y no pasar frío durante la noche, mientras Katara montaba su tienda, aunque para esto último, al príncipe se le ocurrían otras maneras de generar calor rápido que trataba de espantar de su cabeza agitándola para aclarar sus vergonzosas ideas con la escusa de que había mosquitos alrededor. << ¿Cómo podía pensar en algo así?, ¡ella seguía siendo una maestra del agua!>> Aunque, mirándola de nuevo, no era tan mala idea… ahora lucía de nuevo el cabello suelto que antes, tras su baño, se había recogido en una trenza, lo tenía realmente largo y espeso, y con la luz de la luna le brillaba al igual que su piel morena… << Aún así ¡Zuko!, ¿¡En qué estas pensando!? >> gruñó para sus adentros.
-  ¿Cómo va? – se acercó a él habiendo acabado su parte del trabajo. Zuko saltó del susto.
-  Bien, bien… - dijo con la voz algo ahogada - genial…ya está.
-  Dime, ¿te gusta el pescado? – sonrió ella.
-  Claro…aunque es lo único que he comido durante meses en alta mar, pero bueno.
-  Perfecto – se alzó si se dirigió a la orilla del mar, que ahora parecía una inmensidad negra en la cual se reflejaba la luna como en un espejo. Se agachó, cogió algo, y al volver traía, junto a su expresión satisfecha, un par de peces de tamaño considerable, suficiente para una persona, listos para cocinar.
-  ¿Cómo…? – preguntó él confuso.
-  Un invento de mi hermano, es un manitas le encantan estas cosas. Consiste en un anzuelo clavado en la orilla de la playa que atrae a los peces confiados que se acercan a comer al ver que no hay humanos cerca.
-  Vaya, tu hermano debe ser inteligente. – afirmó admirado.
-  No, en realidad es un idiota,-  se rió ella. Pero poco después toda burla desapareció y de nuevo la tristeza asomó a sus preciosos ojos azules. – aunque estoy segura que ahora mismo debe de estar preocupado por mí.
***
En un enorme barco de la nación del fuego viajaba un prisionero, un refugiado de la nación del agua. No poseía ningún poder ni dominaba ningún elemento, pero era lo suficientemente cabezón como para plantarle cara al ejército entero él solito. Por supuesto, como buen prisionero de guerra en el que se había convertido hacía tan solo un par de horas, se encontraba en una de las excelentísimas prisiones del barco provista de nada que recordase la palabra cómodo. Se trataba de un cuarto reducido de techo bajo hecho completamente de metal preparado para soportar cualquier intento de fuga de cualquier maestro tanto del aire, como del agua o de la tierra.
-  Mierda, mierda, ¡mierda! – exclamo alzando el tono de voz progresivamente. <<Espero que al menos Katara esté bien>> intentaba consolarse a sí mismo. Se alzó de la esquina de la celda que se había apropiado y se plantó frente la puerta cerrada de esta.
-  ¡Eh! ¡Guardia! – le llamó la atención, este se acercó. – veo que tenéis esto bastante muerto, ¿Cuánto hace que no capturáis a un guerrero de la nación del agua? -  se burló.
-      Tú eres el primero. Considéralo un honor mocoso. – gruñó y se fue por donde había venido.
-         Veo que no hay nadie más aparte de ti – observó sacando la cabeza por la reja.
-         ¿insinúas que solo un guardia es poco para ti? - se giró ofendido.
-  ¡No! Solo digo que, al igual que yo, te debes sentir solo tantas horas ahí sentado, ¿no? – observó tratando de resultar comprensivo.
-  ¡Tío! – le llamó la atención – no intentes cosas raras… - dijo con cierta retirada al asco – ¡qué gay! – murmuró para sí mismo.
-  ¡EH! ¡YO NO SOY GAY! – chilló el joven sorprendido por el comentario del guardia y se echó las manos a la cabeza al ver que no recibía replica. Segundos después escuchó unos pasos, alguien bajaba las escaleras que llevaban desde el 4rto piso del barco hasta las calderas y, más probable en este caso, las celdas de prisioneros. Los pasos eran firmes, aunque a juzgar por el sonido, no se trataba de alguien muy pesado, ¿tal vez un niño?  No, era algo peor, en cuanto nuestro guerrero vio la cara de esta persona, supo que las cosas podían resultar peor de lo que esperaba: no era ningún niño, era una mujer  joven y que, por su expresión decidida, estaba claro que no era una don nadie.
***
A Katara realmente se le daba bien cocinar, pero a Zuko también, así que la situación había terminado en una competición mental para ver quién era capaz de hacerlo mejor. Sentados uno enfrente del otro  con la hoguera de por medio, se miraban fijamente desafiándose aunque des de luego a ninguno de los dos les abandonaba esa sonrisa medio escondida tras su orgullo de cocinero que les llevaba acompañando des de hacía ya casi una hora mientras el enorme pescado se hacía a la brasa.
Para Zuko, que había crecido bajo las restricciones que ser parte de la realeza y futuro cabeza de estado suponen, la palabra diversión estaba totalmente fuera de su vocabulario. Era la primera vez que gozaba de algo tan simple e incluso absurdo como el verdadero adolescente que era. Por otro lado, Katara, había olvidado completamente sus diferencias con aquél que pertenecía a otra nación, de la cual precisamente, huían a menudo. Ya no le importaba de dónde viniera, porque había algo más que ahogaba su corazón de preocupaciones: ¿hasta cuándo iba, esta felicidad, a durar? En la mañana próxima deberían marcharse y horas después entrarían en una misión realmente peligrosa. El lugar donde se encontraba su hermano era una fortaleza metálica suspendida en medio del mar una prisión rodeada de agua donde resultaba fácil entrar, pero no salir y menos si tenían que escapar de los enormes barcos que los acecharían si eran descubiertos. Así pues, ni siquiera sabía si saldría con vida de esta, ni tampoco hasta cuando estaría el joven Zuko que tanto la atraía en esta.
De pronto un trueno cortó de cuajo el hilo de sus pensamientos sobresaltándola y provocando incluso que el joven príncipe, en un acto reflejo, se alzara con la intención de socorrerla, intento que quedó en nada al ver que se encontraba bien. Vio como paraba la mano como si esperase que algo cayera en ella y efectivamente así fue. Unas gotas finas y casi imperceptibles empezaron a caer del cielo. Tal y como había predicho, aunque sorprendido por la fascinación reflejada en los ojo de aquella preciosa chica junto a él, miró al cielo y comprobó que estaba lloviendo.
***
-  ¿Cómo te llamas? – instó la que parecía ser la señora del barco. – con esos atuendos… ¡está claro que perteneces a la tribu del agua! – dijo con aire de desprecio.
-  Me llamo Sokka y sí, pertenezco a la tribu del agua – contestó él orgulloso – ¿tienes algún problema? – dijo mirándola con los ojos entrecerrados.
-  ¡Ha, ha, ha, ha! – se burló ella – yo no, ¡pero mi padre sí! – dijo cómo si se tratase de un chiste y así mismo el soldado que la acompañaba le hizo el coro. - ¡Cállate! – le chilló al soldado girando el rostro ligeramente. Se volvió de nuevo de cara a Sokka. – ¿Sabes quien soy?
-  Un niña con complejo de mujer? – se burló él cruzando los brazos sobre su pecho y adoptando una actitud pasota.
-  Vaya, vaya, vaya… eres mono y hace tiempo que no tengo un juguete tan divertido como tu. – rió siniestramente. Sokka se estremeció al observar la maldad que escondían sus ojos ambarinos. – Yo soy Azula, la princesa de la nació del fuego. – concluyó satisfecha. - creo que me lo voy a pasar en grande durante el viaje hasta la prisión. – dijo y se rió mientras le dio la espalda y se alejaba ágilmente seguida del soldado.
Sokka tragó saliva horrorizado por el posible significado de esas palabras y se alejo lentamente de los barrotes hasta el lugar más oscuro de la habitación para refugiarse de aquella temible sensación.

 Capítulo 3 ~fin~

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