domingo, 26 de diciembre de 2010

Capítulo 5


Capítulo 5
“Una bonita mañana”



Su piel era mucho más suave de lo que ya parecía, su cara sonrojada adorable y su expresión…Zuko todavía sentía el calor se sus mejillas en la yema de los dedos, los ojos le brillaban a mitad de camino entre la ilusión, el nerviosismo y el miedo. En una situación así, ¿qué podía hacer? No sabía cómo se lo debía haber tomado Katara, pero tampoco le apetecía comprobarlo. En su corazón sentía felicidad por ese momento robado tan dulce, pero algo le decía que no debía, quizá el respeto que sentía por la joven maestra del agua.
Zuko se quedó largo rato en el mismo lugar donde la chica lo había dejado, saboreando aquellos últimos instantes y disfrutando su aroma que todavía se mantenía suspendido en el aire; preguntándose si ahora ella le odiaba, cosa que le parecía lo más probable. Katara había huido de la situación para no herirle con sus palabras de rechazo, ¡estaba seguro!
Algo resignado, pero contento por los retazos de felicidad que había podido tener junto a ella, bajó la vista en dirección a su desayuno, se dijo a si mismo, que no volvería a ponerla en una situación incomoda jamás y comenzó a comer lentamente.

***
La habitación había tomado un aire acogedor. Unos pequeños rayos de luz avivaban el rojo carmín de las cortinas que se mecían por la brisa marinera, las alfombras de caros bordados y las sabanas de fina seda caían de cualquier manera sobre el suelo. Cuando Azula abrió los ojos, se encontró a pocos centímetros al joven recluso de la tribu del agua. Ella estaba tumbada sobre el borde de la cama y el chico apoyaba a cabeza sobre sus brazos enfrente de ella. Anonadada, empezó a recordar lo ocurrido la noche anterior y sabiendo que él se encontraba en un profundo sueño, se permitió el lujo de observarle por unos instantes. Tenía la piel del color del caramelo y unas facciones suaves aun que masculinas, Sokka era mucho más mayor que ella, y eso lo sabía. Sin darse apenas cuenta, se había concentrado tanto en observarle que se sentía incomoda al pensar que le estaba prestando demasiado atención a un simple recluso, así que, sin saber muy bien por qué, le pareció que él no tenía ningún derecho a descansar allí, y con el rostro colorado por el pueril enfado, carraspeó y zarandeó los hombros del joven de la tribu del agua. Es consecuencia, su cuerpo se desplomó sobre el suelo, sin darse cuenta que las largas mangas de su fino camisón de lino rojo se había enganchado con el cinturón de él, con la mala suerte de verse arrastrada junto a él sobre las sabanas de seda esparcidas por el suelo. Sonrojada, avergonzada y con el ceño fruncido por la incredulidad de los hechos, soltó un pequeño grito ahogado al caer más por el susto que por el golpe, alzó la cabeza y comprobó que el cuerpo de Sokka había amortiguado su caída. Ahora le tenía todavía más cerca: el viaje le había deshecho la cola de caballo que llevaba y su kimono azul marino se veía destartalado i mal puesto, abierto indecentemente dejando entrever su pecho. Azula empezó a abrir la boca de alucinación nerviosa y el sonrojo a hacer conjunto con su atuendo, rápidamente puso las manos sobre tierra firma y se apartó corriendo de él dándole la espalda, suspiró para recuperar su serenidad habitual y le propinó un puntapié al chico:
-   Eh! Tú! ¿Piensas quedarte ahí tirado durmiendo el resto del viaje? –  gruñó intentando ser lo más autoritaria posible. Sokka se removió entre las alfombras y las sabanas y abrió los ojos lentamente. Al darse cuenta de donde se encontraba mientras se incorporaba, de quien era esa chica que le gritaba, de que había pasado la noche con ella… Su expresión evolucionó rápidamente hacia el horror y el miedo.
***

El silencio se había apoderado del lugar. Katara trataba de tranquilizarse respirando hondo. Cerró los ojos y al abrirlos había tomado una determinación: aquel chico le gustaba y además iba a ayudarle a salvar a su hermano, ya daba igual de que nación fuese. Tenía entendido que la nación del fuego reclutaba para la guerra a todos los jóvenes, incluso a los de los pueblos más remotos, él no tenía la culpa e incluso era probable que ni siquiera estuviese de acuerdo con todo lo que estaba sucediendo. Ella había decidido, que después de aquella misión tan complicada, si se daba el caso que salía con vida, le propondría a Zuko que huyera con ellos y se alejase de todo aquel odio entre naciones. Estaba convencida de que le diría que si, puesto que planeaba usar todas sus armas de mujer, por poco que fuera, removería en su corazón algo que no le permitieran separarse de ella.
Segura de si misma, Katara salió de la tienda con la mochila ya preparada. Fuera le esperaba Zuko también listo para partir, plegaron las tiendas, las guardaron y tomaron el camino que llevaba a la ciudad más cercana en un silencio sepulcral. Ambos sabían hacia donde ir, así que anduvieron el uno tras el otro con las mochilas cada uno sumido en sus pensamientos. Zuko no sabía si debía pedir perdón por lo sucedido en la mañana, se cuestionaba si eso la ofendería o removería algo ya pasado, mientras que Katara se lo miraba des de detrás buscando la manera de llamar su atención, << quizá esté enfadado porque me marché de golpe a mi tienda…des de entonces no me a dirigido la palabra >> pensaba ella.
De pronto la maestra del agua que había dejado de prestar atención al suelo que se hallaba bajo sus pies, pisó una piedra que le izo tambalearse y precipitarse al suelo. Instintivamente se agarró a la espalda de Zuko, que se giró rápidamente a socorrerla y evitarle la caída. El chico había logrado sostenerla antes de caer por completo y ahora se encontraba de rodillas con sus brazos rodeándola sorprendido y con la adrenalina por las nubes. Ella le miraba con los ojos abiertos como platos, gracias a él se había librado de un buen moratón.
-   Gracias – le dijo ella con una expresión dulce después de comprobar que estaba entera de una pieza.
-   De nada… supongo – respondió él embobado por la cara de la chica, << ¿por qué eres tan linda? ¿no ves que así me lo pones más difícil esto de olvidarme de ti? >> se decía a si mismo. Entonces ella alzó los brazos, algo sonrojada por lo que planeaba hacer, y abrazó al chico.
-   Disculpa, es que estoy algo nerviosa… - se excusó mientras él, atónito, no sabía cómo reaccionar. Se encontraba completamente bajo de guardia, sonrojado cómo nunca lo había estado. << ¡¿Qué debo hacer yo ahora?! >> pensaba mientras tragaba saliva forzosamente y cerraba los ojos con fuerza. Empezó a sentir como el corazón le latía rápidamente y en un acto reflejo rodeó el cuerpo de la chica y lo atrapó con fuerza contra el suyo. Una oleada de calor recorrió su espalda y para retenerla se mordió el labio inferior con fuerza.
Ella mientras le abrazaba, procuraba que él no notase lo nerviosa que estaba, su pulso acelerado, el calor en su pecho…no quería soltarle por nada en el mundo, si lo hacía él se daría cuenta de lo sonrojada que estaba y le daba una vergüenza monumental que la viese así. Suspiro, y, entonces, sintió algo líquido y caliente le goteaba sobre su cuello. Ella, pillada de improviso, se apartó ligeramente para comprobar de que se trataba: Zuko se encontraba tan al límite por retenerse, que se había hecho sangre en el labio mientras al mordérselo. Cuando Katara lo vio, se dio cuenta de que no solo ella estaba nerviosa, el príncipe estaba muy sonrojado y traía la cabeza agachada. La maestra del agua le alzó el mentón suavemente con la mano i posó sus finos dedos sobre su labio inferior, sobre su herida. Zuko la miraba intensamente  mientras ella limpiaba la herida con un pañuelo, la joven acercó la cantimplora que siempre llevaba atada a la cintura  y mediante el dominio del agua, izo aterrizar un par de gotas sobre la herida, curándola, que después se deslizaron barbilla abajo por encima de su pecho debajo de la camisa. Katara cogió de nuevo el pañuelo y con la mano temblorosa miro a Zuko pidiéndole permiso sin hablar, este bajo la vista hasta su pecho y ella secó las gotas que habían caído. Mientras la maestra del agua seguía el recorrido de las gotas de agua lentamente, se ponía paulatinamente más nerviosa: bajo por el mentón hasta el cuello blanco cual nieve y se detuvo por unos instantes sobre la clavícula. El joven príncipe, la miró y posó su mano sobre la suya para ayudarla a proseguir: el pañuelo bajó por su pecho hasta llegar al principio del abdomen. Entonces ella le miró mientras apartaba lentamente el pañuelo de su torso, él también la miraba aún con la mano sobre la de ella.
 - Dame… - susurró Zuko. La chica soltó el pañuelo y se quedo quieta sonrojada y sorprendida por lo profundo de su voz.



Capítulo 5 ~fin~

jueves, 23 de diciembre de 2010

Capítulo 4


Capítulo 4
“La noche, la lluvia y la luna” Parte 2



Katara se alzó estirando los brazos como si tuviese la intención de recoger todas las gotas de lluvia que iban cayendo progresivamente más rápido en poco tiempo. La joven, que vivía en el polo norte, había observado la lluvia muy pocas veces en su vida y le resultaba fascinante. Con el rostro ya húmedo y el cabello mojado, se puso a danzar de alegría bajo el cielo estrellado sonriendo como una niña en navidad, como si aquél fuese su particular presente. Zuko, que la observaba desconcertado por su actitud poco usual, no pudo evitar alzarse también de su sitio, se veía como un ser sobrenatural, como un ángel… se mordió el labio inferior i se acerco poco a poco a ella. Cuando la chica se percató de la cercanía de su compañero se detuvo.
-   ¡Esto es fantástico! – le dijo volteándose hacia él. Poco después se volvió a gira dándole la espalda. Entonces en un impulso inconsciente pero lleno de sentimiento el joven estiró sus brazos y la envolvió arrimándola a su pecho estrechándola contra él. Zuko, completamente sincero sentía el cabello de la maestra del agua en su cara, olía tan bien… sus brazos que rodeaban los hombros de Katara le dejaban sentir el calor de su pecho… todo era perfecto. Por otro lado, la joven quedó paralizada ante el repentino movimiento del joven de la nación del fuego así que en consecuencia se puso colorada: aquél chico tan atractivo que acababa de conocer… ¡la estaba abrazando! Cerró los ojos con fuerza y el joven príncipe se dio cuenta de lo rígida que estaba la chica, interpretó que aquello le estaba resultando incomodo, porque probablemente ella no sentía esa necesidad que a él le atenazaba de tenerla más cerca; reaccionó apartándose de golpe dejándola de nuevo libre bajo la lluvia, miró a su alrededor y observó su capa del ejército de la que poco antes se había desprendido, la tomó y cubrió los hombros de la chica. Ella se giró.
-   Pensé que quizá tendrías frió… - rompió aquel silencio que el creía tan incómodo agachando la cabeza a modo de disculpa. Mientras Katara se había vuelto para observar su rostro, no lograba comprender porque la había soltado tan de repente. Pensó que el maestro del fuego se había arrepentido de sus actos y le invadió la pena y la decepción.
-   Si…claro… - le contestó desilusionada. Decidió no preocuparse más, sonrió y continuó con una sonrisa impostada - ¿Tienes sueño?
-   No realmente, pero es necesario descansar para mañana no cometer errores estúpidos.
-   Si. – siguió sonriendo. – Puedes ocupar la tienda de Sokka, ¡Buenas noches! – se apresuró y entró en su tienda.
De nuevo Zuko quedó solo tras ver marchar a la chica de la que no podía quitar ojo, y aunque esta vez sabía donde estaba y eso le producía cierto alivio, no podía evitar pensar que se había ido rápidamente por su culpa <<Siempre lo estropeas todo, ¡idiota!>> se dijo a si mismo mientras se daba un ligero golpe en la cabeza con el puño.
La maestra del agua cerró tras de sí la tienda y se desplomó en la cama. Se culpaba a ella misma por estar pensando en otro chico que no era su hermano, el que en ese momento la necesitaba mucho más que aquél que hasta hacía poco no era más que un extraño. <<Me lo tengo bien merecido. Eso de que se arrepintiese, me pasa por ser tan egoísta>>

***

En una habitación realmente lujosa, decorada con cortinas de terciopelo rojo y una cama con sabanas de seda, la princesa Azula se paseaba de un lado a otro aburrida. Vestía un camisón de gasa roja y negra, ligero y espumoso, decorado con pequeñas piedras relucientes justo en el corte de su cintura, que con cada movimiento que daba, volaba alrededor de su níveo y esbelto cuerpo. Con el pelo color azabache grácilmente recogido se mordía las uñas color carmín en un acto de inconsciente inquietud.
-         ¡Traedme al prisionero! – dijo finalmente al guardia que custodiaba sus aposentos tras abrir las doradas puertas que los separaban.
-         Sí, mi señora.
Pocos minutos después, la joven maestra del fuego vio aparecer, sentadas sobre un de los sofás del lugar, al chico de la tribu del agua esposado y con cara de fastidio. En respuesta a esto, la princesa alzó su rostro para mirarle por encima del hombro mientras se levantaba.
-         Estoy muy aburrida, ¿por qué no me diviertes un rato? – de nuevo la sonrisa perversa apareció y le brillaron los ojos.
-         ¿Y qué se supone que puedo hacer yo? – dijo él entre la burla y el temor.
-         No lo se, quizá puedas… ¿cantarme algo? – se rió de nuevo. Sokka la miró con extrañeza alzando una ceja.
-         Yo no se cantar… - respondió indeciso. La mirada de Azula se endureció dando a entender que no había cabida para protestas, así que el joven se removió. – bueno… pero suéltame. – aceptó finalmente. La chica sonrió e izo un gesto con la cabeza a los guardias detrás del chico, entonces, estos le soltaron. – no me mates si te quedas sorda.

Cuando Sokka empezó a cantar, su voz se oía como un susurro solitario en la inmensidad del cuarto, era grave y ligeramente ronca, y sonaba como una canción de cuna de un padre para su hija, aunque su rostro mostraba su incomodidad por aquella situación tan extraña. Por otro lado, Azula que escuchaba abstraída, había liberado su expresión de toda tensión y ahora lucía inocente. Poco a poco, la princesa que se encontraba exhausta por la larga contienda, fue cerrando sus ojos ambarinos paulatinamente hasta quedar completamente dormida sobre el suave sofá de terciopelo. El guerrero de la nación del agua, sorprendido, también fue disminuyendo el volumen hasta quedar mudo observando cuan inocente podía llegar a resultar aquella chiquilla: << No es tan mala en realidad >> pensó con una sonrisa dulce, se acercó a ella y se quedó contemplándola en silencio.

***
Unos rayos de sol que se colaban furtivamente entre las telas de la tienda, brillaban sobre el torso pálido y desnudo del joven príncipe de la nación del fuego. Pronto alcanzaron su rostro obligándole a despertar definitivamente de su sueño. El chico parpadeó lentamente para acostumbrar su vista y observó a su alrededor para recordar donde estaba. Entonces, un rostro le vino a su mente, la cara de la persona que despertaba sentimientos que él creía inexistentes en su ser: Katara. Instintivamente, se alzó apresuradamente y salió de la tienda para comprobar que todo lo que había vivido hasta anoche había sido real; y el alivio llegó cuando la vio, allí frente a él sentada junto al fuego, suspiró y se quedó quieto unos instantes observándolas hasta que se percató de su presencia. Katara, que se había levantado antes, inquieta des de noche anterior, se volvió y fue sorprendida por la imagen de aquel chico desprovisto de camiseta alguna que cubriese su parte superior; su piel era blanca y parecía suave al tacto, fina y delicada, de manera que no pudo evitar sonrojarse mientras se preguntaba para sí misma cómo seria poder acariciar aquel fornido cuerpo. Se sintió avergonzada y en consecuencia, giró su rostro rápidamente de vuelta al desayuno que ella misma había preparado, aquel chico realmente le gustaba: << De buena mañana ¿y ya estas pensando en cosas indecentes, Katara? >> pensó para sus adentros.  Zuko, que lo contemplo todo des de la distancia se acerco y se sentó junto a ella.
-   Buenos días. – le dijo ella tímidamente con el rostro agachado para que no pudiese ver su sonrojo.
-   Buenos días. – le sonrió él que no comprendía lo que estaba sucediendo. No sabía porque pero se sentía realmente feliz.
-   ¿Quieres desayunar? Prepare algo con lo poco que nos quedaba… - susurró mientras le alargaba un cuenco con un poco de arroz y pescado.
-   Claro. – aceptó él tomando el cuenco, sin darse cuenta de que posaba sus manos sobre las de la chica a lo cual ella reaccionó alterada alzando su rostro de golpe y mostrando su nerviosismo y su sonrojada cara. Ambos se quedaron mirando fijamente a los ojos por largo rato, ella vergonzosa y él sorprendido por la expresión tan linda que mostraba la chica. Entonces, ella soltó el cuenco y él rozó con su mano derecha la mejilla de la joven, mientras sostenía el recipiente con la otra. << ¡¿Qué está pasando?! ¡¿Por qué me tocas?! ¡¿Por qué me miras así?! >> preguntó para sus adentros Katara que no pudo aguantar el mirar aquellos preciosos ojos ambarinos durante más tiempo, cerró con fuerza los ojos mientras su sonrojo cubría absolutamente todo su rostro. Al ver que la joven agachaba la cabeza ligeramente Zuko apartó la mano de golpe sorprendido por lo que el mismo acababa de hacer, entonces la chica alzo la cara al no sentir el tacto de la mano del príncipe sobre su mejilla, le miró con intensidad, puesto que a pesar de las dudas que instigaban su mente, aquello no le había desagradado. En el mismo momento en que volvieron a cruzar sus miradas Zuko se sonrojó al haberse visto con la guardia baja mientras ambos se preguntaban lo mismo: ¿qué acaba de suceder? Ambos se sentían inquietos y no sabían qué decir ni hacer, ni siquiera sabían cómo mirarse a la cara.
La maestra del agua, se levantó del tronco en el que estaba y corrió ligera hacia su tienda. Una vez dentro cerró tras de sí y posó su mano sobre su pecho. El corazón le latía tan deprisa, que parecía que quería salir, se dejó caer al suelo de rodillas y suspiró. << ¿Cómo es posible que un simple roce provoque semejante reacción en mi? >> se preguntaba ella.
 
Capítulo 4 ~fin~


El Detalle:
Grácias a Sungmin Park por apollarme y postear. Eres un cielo de mujer y creo que seré una pesada si te lo vuelvo a decir, pero no me importa: Te quiero y te agradezco de veras que aparecieses en mi vida en el momento preciso.
¿Quién me iba a decir que iba a conocer a una chiquilla tan agradable como tu hace menos de un mes?

 Besos preciosa ^.^

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 3


Capítulo 3
“La noche, la lluvia y la luna” Parte 1



Una vez en el campamento Zuko se encargó de encender un nuevo fuego, que les serviría para cocinarse la cena y no pasar frío durante la noche, mientras Katara montaba su tienda, aunque para esto último, al príncipe se le ocurrían otras maneras de generar calor rápido que trataba de espantar de su cabeza agitándola para aclarar sus vergonzosas ideas con la escusa de que había mosquitos alrededor. << ¿Cómo podía pensar en algo así?, ¡ella seguía siendo una maestra del agua!>> Aunque, mirándola de nuevo, no era tan mala idea… ahora lucía de nuevo el cabello suelto que antes, tras su baño, se había recogido en una trenza, lo tenía realmente largo y espeso, y con la luz de la luna le brillaba al igual que su piel morena… << Aún así ¡Zuko!, ¿¡En qué estas pensando!? >> gruñó para sus adentros.
-  ¿Cómo va? – se acercó a él habiendo acabado su parte del trabajo. Zuko saltó del susto.
-  Bien, bien… - dijo con la voz algo ahogada - genial…ya está.
-  Dime, ¿te gusta el pescado? – sonrió ella.
-  Claro…aunque es lo único que he comido durante meses en alta mar, pero bueno.
-  Perfecto – se alzó si se dirigió a la orilla del mar, que ahora parecía una inmensidad negra en la cual se reflejaba la luna como en un espejo. Se agachó, cogió algo, y al volver traía, junto a su expresión satisfecha, un par de peces de tamaño considerable, suficiente para una persona, listos para cocinar.
-  ¿Cómo…? – preguntó él confuso.
-  Un invento de mi hermano, es un manitas le encantan estas cosas. Consiste en un anzuelo clavado en la orilla de la playa que atrae a los peces confiados que se acercan a comer al ver que no hay humanos cerca.
-  Vaya, tu hermano debe ser inteligente. – afirmó admirado.
-  No, en realidad es un idiota,-  se rió ella. Pero poco después toda burla desapareció y de nuevo la tristeza asomó a sus preciosos ojos azules. – aunque estoy segura que ahora mismo debe de estar preocupado por mí.
***
En un enorme barco de la nación del fuego viajaba un prisionero, un refugiado de la nación del agua. No poseía ningún poder ni dominaba ningún elemento, pero era lo suficientemente cabezón como para plantarle cara al ejército entero él solito. Por supuesto, como buen prisionero de guerra en el que se había convertido hacía tan solo un par de horas, se encontraba en una de las excelentísimas prisiones del barco provista de nada que recordase la palabra cómodo. Se trataba de un cuarto reducido de techo bajo hecho completamente de metal preparado para soportar cualquier intento de fuga de cualquier maestro tanto del aire, como del agua o de la tierra.
-  Mierda, mierda, ¡mierda! – exclamo alzando el tono de voz progresivamente. <<Espero que al menos Katara esté bien>> intentaba consolarse a sí mismo. Se alzó de la esquina de la celda que se había apropiado y se plantó frente la puerta cerrada de esta.
-  ¡Eh! ¡Guardia! – le llamó la atención, este se acercó. – veo que tenéis esto bastante muerto, ¿Cuánto hace que no capturáis a un guerrero de la nación del agua? -  se burló.
-      Tú eres el primero. Considéralo un honor mocoso. – gruñó y se fue por donde había venido.
-         Veo que no hay nadie más aparte de ti – observó sacando la cabeza por la reja.
-         ¿insinúas que solo un guardia es poco para ti? - se giró ofendido.
-  ¡No! Solo digo que, al igual que yo, te debes sentir solo tantas horas ahí sentado, ¿no? – observó tratando de resultar comprensivo.
-  ¡Tío! – le llamó la atención – no intentes cosas raras… - dijo con cierta retirada al asco – ¡qué gay! – murmuró para sí mismo.
-  ¡EH! ¡YO NO SOY GAY! – chilló el joven sorprendido por el comentario del guardia y se echó las manos a la cabeza al ver que no recibía replica. Segundos después escuchó unos pasos, alguien bajaba las escaleras que llevaban desde el 4rto piso del barco hasta las calderas y, más probable en este caso, las celdas de prisioneros. Los pasos eran firmes, aunque a juzgar por el sonido, no se trataba de alguien muy pesado, ¿tal vez un niño?  No, era algo peor, en cuanto nuestro guerrero vio la cara de esta persona, supo que las cosas podían resultar peor de lo que esperaba: no era ningún niño, era una mujer  joven y que, por su expresión decidida, estaba claro que no era una don nadie.
***
A Katara realmente se le daba bien cocinar, pero a Zuko también, así que la situación había terminado en una competición mental para ver quién era capaz de hacerlo mejor. Sentados uno enfrente del otro  con la hoguera de por medio, se miraban fijamente desafiándose aunque des de luego a ninguno de los dos les abandonaba esa sonrisa medio escondida tras su orgullo de cocinero que les llevaba acompañando des de hacía ya casi una hora mientras el enorme pescado se hacía a la brasa.
Para Zuko, que había crecido bajo las restricciones que ser parte de la realeza y futuro cabeza de estado suponen, la palabra diversión estaba totalmente fuera de su vocabulario. Era la primera vez que gozaba de algo tan simple e incluso absurdo como el verdadero adolescente que era. Por otro lado, Katara, había olvidado completamente sus diferencias con aquél que pertenecía a otra nación, de la cual precisamente, huían a menudo. Ya no le importaba de dónde viniera, porque había algo más que ahogaba su corazón de preocupaciones: ¿hasta cuándo iba, esta felicidad, a durar? En la mañana próxima deberían marcharse y horas después entrarían en una misión realmente peligrosa. El lugar donde se encontraba su hermano era una fortaleza metálica suspendida en medio del mar una prisión rodeada de agua donde resultaba fácil entrar, pero no salir y menos si tenían que escapar de los enormes barcos que los acecharían si eran descubiertos. Así pues, ni siquiera sabía si saldría con vida de esta, ni tampoco hasta cuando estaría el joven Zuko que tanto la atraía en esta.
De pronto un trueno cortó de cuajo el hilo de sus pensamientos sobresaltándola y provocando incluso que el joven príncipe, en un acto reflejo, se alzara con la intención de socorrerla, intento que quedó en nada al ver que se encontraba bien. Vio como paraba la mano como si esperase que algo cayera en ella y efectivamente así fue. Unas gotas finas y casi imperceptibles empezaron a caer del cielo. Tal y como había predicho, aunque sorprendido por la fascinación reflejada en los ojo de aquella preciosa chica junto a él, miró al cielo y comprobó que estaba lloviendo.
***
-  ¿Cómo te llamas? – instó la que parecía ser la señora del barco. – con esos atuendos… ¡está claro que perteneces a la tribu del agua! – dijo con aire de desprecio.
-  Me llamo Sokka y sí, pertenezco a la tribu del agua – contestó él orgulloso – ¿tienes algún problema? – dijo mirándola con los ojos entrecerrados.
-  ¡Ha, ha, ha, ha! – se burló ella – yo no, ¡pero mi padre sí! – dijo cómo si se tratase de un chiste y así mismo el soldado que la acompañaba le hizo el coro. - ¡Cállate! – le chilló al soldado girando el rostro ligeramente. Se volvió de nuevo de cara a Sokka. – ¿Sabes quien soy?
-  Un niña con complejo de mujer? – se burló él cruzando los brazos sobre su pecho y adoptando una actitud pasota.
-  Vaya, vaya, vaya… eres mono y hace tiempo que no tengo un juguete tan divertido como tu. – rió siniestramente. Sokka se estremeció al observar la maldad que escondían sus ojos ambarinos. – Yo soy Azula, la princesa de la nació del fuego. – concluyó satisfecha. - creo que me lo voy a pasar en grande durante el viaje hasta la prisión. – dijo y se rió mientras le dio la espalda y se alejaba ágilmente seguida del soldado.
Sokka tragó saliva horrorizado por el posible significado de esas palabras y se alejo lentamente de los barrotes hasta el lugar más oscuro de la habitación para refugiarse de aquella temible sensación.

 Capítulo 3 ~fin~

Capítulo 2


Capítulo 2
“Pérdidas”



Tras quedarse allí plantado saboreando los últimos recuerdos recientes, Zuko decidió seguir adelante y dejar aquel lugar atrás, cruzó el bosque en dirección a la playa allí donde tenían el barco atracado decidido a disculparse con su tío por la tardanza y seguir su viaje tras el desaparecido avatar, pero por desgracia más de una sorpresa le esperaba en ese día al joven príncipe de la nación del fuego. Había otro barco anclado junto al suyo, más grande y mejor provisto de armas y soldados, un barco de guerra que sabía perfectamente a quien pertenecía: a Azula, su hermana pequeña. La princesa Azula siempre había sido la mano derecha de su padre, su muñequita, puesto que tenía más talento natural que él en el arte del dominio del fuego cosa que la hacía mejor comparada con él a los ojos de su padre. No se trataba de algo que le disgustara o le produjera envidia, y Azula por supuesto lo sabía, así que des de bien pequeña, se dedicaba a fastidiar a su hermano no con juegos de niños sino en la vida real.
Se escondió entre unos matorrales que había a pié de playa y observo: todos los soldados de su barco estaban siendo reclutados en el de Azula, mientras que su tío Iroh, como de costumbre diplomático, intentaba buscar una solución o, como mínimo, llegar a un acuerdo, pero Azula, que era más terca que él mismo, ni siquiera lo escuchaba. Mientras el capitán del ejército de su hermana pasaba lista izo una señal en dirección al otro lado de la playa donde había un pequeño fuego y un par o tres de cosas tirabas, cosa que le izo desviar la atención: habían atrapado a un chico de piel oscura que vestía con ropas azules de la tribu del agua. Automáticamente Zuko pensó en Katara, temió que le hubiera pasado algo y analizó el terreno en busca de ella, que para su sorpresa no se encontraba a la vista.
-  ¡NO! ¡soltadme! ¡yo no he hecho nada! – gritaba el chico de la tribu del agua mientras se zarandeaba atrapado pos unas esposas metálicas.
-         ¡Cállate, enano! – gruño el guardia mientras lo subía por la rampa de embarque.
-  Mierda… ¡HUYEEE! ¡SI ME OYES HUYEEE! – gritó con todas sus fuerzas a alguien que no estaba presente. Zuko supo que se refería a Katara, aunque los soldados lo interpretaran como que estaba loco. De nuevo el maestro del fuego rastreó la zona en busca de señales de ella: << ¿puede que aún no haya llegado? >> pensó Zuko mientras inspeccionaba el bosque, y entonces la vio, su silueta azul era inconfundible. Katara andaba sumergida en sus pensamientos sin siquiera prestar atención en a dónde iba hasta que escuchó en la lejanía a su hermano gritar cosa que la sorprendió y al entender la gravedad de los hechos, con el rostro horrorizado, echó a correr en su dirección, sin darse cuenta de que eso suponía exponerse ante ese gran ejercito dispuesto a capturarla, para salvarle. Zuko, más hábil, corrió en su dirección y la arrastró con él al suelo de manera que quedó sobre ella impidiéndole alzarse para evitar tal locura como esa.
-         ¡Suéltame! – gruñó mientras se retorcía bajo el pesado cuerpo del maestro del fuego.
-  No – respondió firme alzando su cara que se encontraba recostada sobre el hombro de la chica, apoyado sobre sus brazos con la cabeza de la joven entre ellos.
-  ¡¿No lo entiendes?! – dijo parándose a mirarle a los ojos con expresión desesperada - ¡tengo que salvar a mi hermano!
-  Escucha… - intentó tranquilizarla – eso está lleno de soldados de la nación del fuego, si sales ahí sola no serás más que un dos por uno, podrán contigo –  observó como el rostro de Katara se relajaba y lo contemplaba solamente a él a la espera de que continuase hablando. – ahora debes pensar con la cabeza, no con el corazón. – la joven no dijo nada, pero por su expresión era evidente, agachó la cabeza y la tristeza asomó en sus preciosos ojos azules: Zuko tenía razón. Entonces la joven alzó la cara y se topó con unos preciosos ojos ambarinos que la analizaban cada parte de su rostro, sus ojos, su nariz, sus labios… Zuko se había vuelto a perder observándola << ¿por qué? ¿tanto… le atraía?>> pensó desconcertado, era la primera vez que algo le abstraía de la realidad de esa manera y se sentía algo extraño, hasta ahora todo lo que le había importado era encontrar al avatar...
 Los colores subieron rápidamente a sus mejillas al ser consciente de la situación en la se encontraban. Al ver la reacción de Katara, él también reaccionó, miró hacia la playa y comprobó que Azula se había marchado sin dejar nada tras ella, incluso su tío Iroh había desaparecido, se alzó y le tendió la mano a Katara para que pudiese levantarse más fácilmente. Entonces, cuando ella vio también que ya nadie quedaba en la playa donde su hermano y ella habían parado para asearse, volvió a enojarse por la pérdida de su hermano.
-  ¡Muy bien! ¡Genial! – hizo una pausa tratando de tranquilizarse a sí misma, cerró los ojos y susurró – oh, dios… - y finalmente dijo mas serena - ¿Y ahora qué? – interrogó con la mirada al príncipe, haciéndole responsable de su situación actual. Sus ojos se clavaron en los de él, pero este desvió la mirada tratando de buscar una solución en el frondoso suelo. Zuko suspiró creyéndolo todo perdido cuando de pronto recordó algo.
-  Creo… - anunció finalmente consultando sus recuerdos – Sé a dónde es más probable que hayan llevado a tu hermano. – rectificó. La chica lo miró sorprendida.
-  Suena como si fueses a ayudarme… - dudó – tu… ¿lo harías? – en sus ojos se escondía una chispa de euforia que Katara trataba de no mostrar a toda costa, pero esa sensación se le subía a la garganta como una ola de calor y le daban ganas de pegar saltos de alegría simplemente por la pequeña probabilidad existente de que así fuera.
-  Bueno, yo… creo que es lo mínimo que puedo hacer después de esto. Al fin y al cabo si han arrestado a tu hermano ha sido culpa mía… - se sinceró el maestro del fuego. Aquella chispa que había conseguido arrancar una leve sonrisa en el rostro de la joven se desvaneció.
-         ¿Por haberme evitado salvarlo? – dijo confusa y algo asustada.
-  Por haber venido aquí.- respondió él. La joven no comprendía – Esa mujer morena que vestía ropas del ejército del fuego que has visto, era mi hermana. – dijo decisivo.
-         No me he fijado en ninguna mujer. – admitió ella tratando de recordar. El príncipe se echó una mano a la cabeza, suspiró y explicó.
-         El gran barco que había atracado junto al mío, era el de mi hermana, Azula, que había venido a buscarme… bueno, más correctamente, ha arrestarme y…
-  ¿Por qué querría tú hermana arrestarte? – le interrumpió ella: cada vez le resultaba todo más confuso. En respuesta a esto, Zuko se demoró en contestar, agachó la cabeza con cara melancólica y algunas imágenes que creía enterradas en el fondo de su corazón salieron a la luz en forma de agonía: Katara supo que se trataba de un tema tabú y sintió que su dolor la envolvía: << ¿tendrá algo que ver con la cicatriz de su rostro? >> pensó mientras se mordía el labio inferior.
-  Es una larga historia. – dijo al fin mientras posaba sus ojos ambarinos en los de la maestra del agua. Hizo una pausa – pero el caso es que, debido a esto, encontró a tu hermano y se lo llevó por ser un refugiado. – dijo sereno y preparado para cargar con todas las culpas. Katara se dio cuenta pero eso no le importaba.
-  Y debido a esta, también nos encontramos nosotros dos – concluyó inclinándose levemente para buscar su rostro gacho con la intención de hacerle sentir mejor y una sonrisa que levantaría el ánimo a cualquiera. – no creas que no me importa lo de mi hermano pero, ¿qué culpa tienes tu? – preguntó ella haciendo que tal afirmación sonara absurda. Para el príncipe, acostumbrado a la disciplina militar que en la nación del fuego se infundía des de la niñez y a ser consecuente con sus acciones, aquello fue como un golpe bajo del que no supo defenderse, bajó la guardia y dejo que los colores se subieran a sus mejillas como si de un pequeño chiquillo se tratara. Para cuando se dio cuenta, Katara se reía a carcajadas por aquella linda expresión que tan extraña resultaba para un adolescente enfundado en un uniforme de los temibles guerreros de la nación del fuego, y a pesar de las mil y una razones por las que no debería hacerlo, Zuko se relajó hasta dejar ver un brillante sonrisa en su rostro, completamente sincera y algo tímida, a la que la joven respondió inmediatamente con otra radiante y, por supuesto, igualmente sincera. Segundos después se hizo el silenció verbal aunque los ojos de ambos se gritaban cosas imposibles de percibir para el oído humano. Ambos se miraban tan profundamente que estaban fuera de toda regla espacio-temporal existente, pero muchas más cosas tenían en la cabeza, cosas que no podían esperar a mañana y eran realmente importantes.
-  Sokka… - dijo ella con un hilo de voz apartando la mirada mientras una ola de culpabilidad la estremecía por estar allí plantada sin ayudarle. Zuko también se sentía culpable por estar traicionando todo aquello que le habían enseñado que no debía hacer: escapar de la ley, ayudar a una refugiada de otra nación,… ¿enamorarse? <<¡NOO! >> negaba en su propia cabeza – Por favor, ¡ayúdame! – le dijo parándose a mirarle a los ojos fijamente mientras lo agarraba por los hombros. Él la miró, giró el rostro hacia un lado mientras suspiraba, no soportaba ver esos ojos azules tan intensos y sinceros.
-  Te llevaré a donde se han llevado a tu hermano. – dijo finalmente y miró el cielo – Pronto se hará de noche. Si somos capaces de llegar mañana por la mañana a la ciudad más próxima, podremos alquilar un barco pequeño y llegar allí por la noche. A oscuras nos será más fácil entrar, y si todo va bien, al amanecer habremos vuelto con tu hermano sano y salvo. De momento propongo que durmamos un poco, para mañana poder madrugar. Por cierto, creo que va a llover. – dijo mirando a Katara decidido, estaba tan guapo cuando ponía esa expresión que inconscientemente ella no pudo evitar sonreír, así que agacho la cabeza ligeramente para esconderlo, se giró y anduvo en dirección a los restos del campamento que habían levantado su hermano y ella hacía un par o tres de horas atrás, antes de que toda aquella catástrofe hubiese sucedido. Cuando Zuko vio lo que hacía se quedó parado con cara de sorpresa, creyendo que se había perdido algo.
-  Se te da bien mandar, ¿eh? – se giró a medio camino y lo miró con aquella sonrisilla de satisfacción tan característica suya. Él sonrió ligeramente, puso sus manos detrás de la nuca, con aires de satisfacción también, y empezó a seguirla.
-  Bueno, es a lo que me dedico. – respondió cuando ya casi la había alcanzado. Ella se rió y siguieron andando hasta el campamento.

Capítulo 2 ~fin~
 

lunes, 20 de septiembre de 2010

"Y si nunca..." Capítulo 1

Capítulo 1
“La joven de los ojos azules”


Gota a gota, el agua se resbalaba por su cuerpo: sus brazos, sus caderas, su cuello… y él, la observaba atónito. ¿Cómo era posible que una criatura tan bella hubiese pasado desapercibida hasta ahora para el ejército de la nación del fuego? Él, que se había extraviado con unos pocos hombres más y su tío en busca del avatar, del cual no tenían ni una sola pista siquiera de su paradero, tenía el inmenso honor de apreciar semejante obra de arte…
Todo en ella resultaba hipnótico para el joven maestro del fuego, su piel morena desnuda cual caramelo, sus movimientos acompañando el vaivén del agua… Todo, absolutamente todo, junto a la pequeña poza rodeada de verde bosque donde se bañaba tranquila y en paz, resultaba ser la imagen idílica perfecta, simplemente ella, sola… o eso creía.
Estaba de espaldas, el agua le cubría hasta el vientre y su pelo mojado, castaño a juego con su tono de piel, se pegaba y despegaba en su cuerpo con cada movimiento que hacía, parecía que danzaba al ritmo del agua que se elevaba acompañada por sus manos: se trataba del dominio del agua. El joven se removió, ¿qué hacía una maestra del agua en el reino de la tierra? Para él, un adolescente de duro carácter, tanto que a veces resultaba terco, sentirse atraído por alguien así… una refugiada, una plebeya era hiriente para su orgullo de príncipe primogénito y, por tanto, futuro emperador… pero todos esos pensamientos no eran lo suficientemente fuertes como para apartarle de las buenas vistas que obtenía des de aquella resguardada elevación del terreno a 5 metros aproximadamente de ese ser tan atractivo, por muchas coherentes excusas que intentara buscar.
De pronto, su mente se quedó en blanco, solo una cosa le importaba: debía acercarse más. Por peligroso que esto pudiera resultar, a nuestro joven príncipe no le importaba, ni siquiera había considerado la opción de ser visto, así que, impulsado por su deseo, bajo el pequeño montículo de tierra y se situó al pié del lago, pero las prisas le jugaron una mala pasada a nuestro aventurero maestro el cuál, al bajar pisó una rama seca que había en el suelo de la cuál ni siquiera se había percatado. Oyó el chasquido, levantó el pié y acompañó el gesto con un:
-  Mierda… - dijo mientras se mordía el labio inferior. Rápidamente se agachó y rodó hasta el árbol que pudiera servirle de protección más próximo. Al mismo tiempo la joven, alterada por el sonido y en un acto reflejo, giró la cabeza en dirección a este.
-  Sokka…? - preguntó indecisa mientras se tapaba los pechos. Sus ojos azules inspeccionaron la zona y se acerco unos cuantos pasos.
En ese preciso instante el príncipe trago saliva i cerró los ojos fuertemente temiendo que lo descubriera, pero al oír que se detenía por largo tiempo se aventuró a asomar la cabeza para observar, fue entonces cuando lo vio: unos preciosos ojos azules, como dos lucecitas en su tez oscura. Quedó asombrado, su rostro era bellísimo, sobre todo por su ligera expresión de miedo que la hacía todavía más adorable.
-  ¿Hay alguien ahí? – preguntó aún buscando una respuesta visual. Se acercó unos pasos más y entonces lo vio. Antes de que al príncipe le diera tiempo de reaccionar, la joven chilló mientras se encogía para protegerse dentro del agua, de la mirada viciosa de aquel que a sus ojos era un pervertido. El joven salió de su escondite con la intención de disculparse cuando la joven segundos después reacciono con una expresión de rabia en su rostro y alzó el brazo izquierdo por encima del agua elevándola en dirección a él, que en menos de un pestañeo se transformó en unas cuchillas heladas que lo atraparon contra el mismo árbol que le había protegido hasta ahora.
-  Tu… ¡PERVERTIDO! – exclamó ella. – ¡y encima de la nación del fuego! – por varias razones ella le tenía rencor a esta, una de ellas la que la había traído hasta aquí: la búsqueda de su padre perdido en la guerra. A causa de esto, ella y su hermano Sokka viajaban siguiéndole el rastro.
El príncipe estaba atónito. Poco después reaccionó:
-  ¡Eh! – exclamó el joven con su orgullo herido por encontrarse en una situación que para él resultaba insultantemente vergonzosa… ¡vencido por una mujer! – ¡suéltame! ¡yo no soy un pervertido! – dijo deshaciendo el hielo con sus manos para liberarse.
-  ¿A no? – dijo con un todo burlón realmente infantil - ¿Y entonces por qué me estabas espiando? – dijo la maestra del agua frunciendo el ceño.
-  ¡Yo no te estaba espiando! – replicó este - ¿por qué debería hacerlo? – pregunto con un tono pueril con el que, sin darse cuenta, le estaba siguiendo la corriente por completo.
-  ¡Haa! ¿Eso quiere decir que no soy agradable de mirar? – dijo ofendida mientras se alzaba del agua aún cubriendo sus senos con sus brazos - ¿entonces qué estás haciendo aquí? ¿tomar el té?- siguiendo en su línea. En ese momento al joven príncipe se le apareció en la mente su tío Iroh el cual probablemente estaría ahora mismo preguntando por él, y cuando se dieran cuenta de que no estaba, sería el único que se preocuparía, el único que a pesar de sus locuras y sus malos modales, le había apoyado hasta el momento.
Absorbido por sus pensamientos, el joven, sin percatarse de ello había agachado la cabeza, acto que la joven no comprendió y sin darse cuenta, movida por su instinto compasivo pregunto con cautela:
-  ¿Qué ocurre? – dijo insegura con un tono más suave que el anterior. El maestro del fuego alzó su cabeza lentamente y pudo contemplar que realmente estaba preocupada, por un instante, se volvió a perder en la profundidad de esos ojos azules… le reconfortaban tanto...
-  ¿Me harías el favor de vestirte? – preguntó el príncipe aún observando sus ojos. La joven sorprendida recordó que estaba desnuda volvió a chillar y se volvió a encoger y a ponerse de espaldas. – aunque si no quieres por mí no hay problema – dijo con cierto aire de sobrado. La joven giró ligeramente la cabeza y lo miró de reojo.
-  Date la vuelta… -  le pidió ella con voz algo vergonzosa.
-  ¿Por qué? ¿por qué debería perdérmelo? Además, ya te he visto – gruñó él.
-  Date la vuelta… - esta vez el tono y la cara habían cambiado por completo, parecían sacadas de una película de terror.
-  Va -vale… - tartamudeó él sin entender cómo una cara tan bella podía llegar a ser tan siniestra mientras un escalofrío recorría su espalda. Se dio la vuelta y acto seguido escuchó como el agua le avisaba de que ya estaba fuera, entonces inconscientemente se encontró pensando en que una joven tan bella como la maestra del agua que acababa de conocer se estaba paseando desnuda a sus espaldas. Los colores le subieron a la cara y la tentación de girarse empezó a pasearse por su mente <<al fin y al cabo no la he visto realmente desnuda…>>, pensó. Cuando ya no pudo resistir más la tentación, empezó a girar poco a poco la cabeza aguantando la respiración, rígido por completo, pero lamentablemente la maestra del agua, que se temía una acción como esa izo aterrizar una piedra sobre su cabeza antes de que fuese demasiado tarde, cosa que le izo exclamar:
-  Vale, vale. Lo capto, no mirar. – gruñó como si se tratase de una señal de tráfico y se volvió de espaldas por completo con cara de fastidio. Tras esto el joven, de nuevo, intentó buscar razones coherentes de por qué no debería gustarle ella: porque es una plebeya, porque es una maestra del agua, porque en realidad no es tan guapa… pero ninguna de ellas resultaba lo suficientemente convincente así que en consecuencia a tal frustración empezó a cabrearse sin razón, se giró de golpe y gruñó:
-  ¡Bueno, qué! ¡¿me vas a tener aquí todo el día?! - dijo mientras se giraba, pero todo su enfado se disipó al verla vestida con lo que parecía un kimono azul eléctrico largo de bordes blancos y un obi azul oscuro que se ceñía a su cintura dejando entrever claramente sus formas de mujer, le sentaba tan bien…
-  Si quieres… - se rió ella al ver la cara de asombro de su compañero. En respuesta a esto el príncipe se mordió la lengua a escondidas y torció el rostro intentando reprimir así lo que le hubiese gustado llevar a cabo esa propuesta…pero eso supondría darle la razón.
La maestra del agua al ver que se removía quedo satisfecha. De golpe, al ver que el joven giraba su cabeza, sintió curiosidad por la cicatriz de su ojo pero decidió no preguntar: <<podría resultar doloroso para él>> pensó, así que optó por lo más obvio.
-  ¿Cómo te llamas? – entrecerrando ligeramente los ojos puesto que no había olvidado que se trataba de alguien de la nación del fuego, su enemigo.
-  ¿Por qué quieres saberlo? ¿tienes previsto investigarme? – dijo con soberbia – bueno, si algo descubrirás es que ¡no soy un pervertido! – estaba claro que lo de pervertido le había ofendido y bastante.
-  Idiota -  le dijo con cara de estar fuera de lugar semejante comentario para alguien de su edad. – solo quiero saber cómo llamarte, ¿no es esa razón suficiente?
-         Zuko – dijo algo tímido – ¿y tú? – preguntó en el mismo tono.
-  Katara – dijo con una sonrisa encantadora y le extendió la mano. Pero el príncipe con aire tristón  se miró la mano de Katara y acto seguido le dio la espalda, acción que ella no entendió y le dio a entender que algo estaba mal.
-  ¿Sabes que yo…debería arrestarte? – dijo algo más firme gracias a que no era capaz de ver la expresión de la chica.
-  ¿Qué? ¿por qué? – no comprendía… << con lo bien que nos llevamos…>> a pesar de sus riñas Katara ya le había cogido cariño.
-         Bueno… tú… eres una refugiada, ¿cierto?
-  ¡¿Y piensas arrestarme sólo por qué es lo que te han dicho que debes hacer?! – exigió nerviosa.
-  No. – dijo firme – dejaré que escapes. Pero debes irte ahora. – la joven agachó la cabeza mientras su rostro reflejaba que lo comprendía a pesar de que no tenía sentido. << ¿por qué no simplemente llevarnos bien…?>>. Katara alzó el rostro decisiva, sonrió algo nostálgica y dijo:
-  Un placer conocerte – y con las manos juntas por delante de su regazo, pasó de largo del lado del príncipe Zuko y desapareció entre la espesura del verde bosque.
-         El placer es mío Katara – dijo al fin cuando ya ni siquiera su silueta azul era perceptible.





Capítulo 1 ~fin~

avandia