miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 2


Capítulo 2
“Pérdidas”



Tras quedarse allí plantado saboreando los últimos recuerdos recientes, Zuko decidió seguir adelante y dejar aquel lugar atrás, cruzó el bosque en dirección a la playa allí donde tenían el barco atracado decidido a disculparse con su tío por la tardanza y seguir su viaje tras el desaparecido avatar, pero por desgracia más de una sorpresa le esperaba en ese día al joven príncipe de la nación del fuego. Había otro barco anclado junto al suyo, más grande y mejor provisto de armas y soldados, un barco de guerra que sabía perfectamente a quien pertenecía: a Azula, su hermana pequeña. La princesa Azula siempre había sido la mano derecha de su padre, su muñequita, puesto que tenía más talento natural que él en el arte del dominio del fuego cosa que la hacía mejor comparada con él a los ojos de su padre. No se trataba de algo que le disgustara o le produjera envidia, y Azula por supuesto lo sabía, así que des de bien pequeña, se dedicaba a fastidiar a su hermano no con juegos de niños sino en la vida real.
Se escondió entre unos matorrales que había a pié de playa y observo: todos los soldados de su barco estaban siendo reclutados en el de Azula, mientras que su tío Iroh, como de costumbre diplomático, intentaba buscar una solución o, como mínimo, llegar a un acuerdo, pero Azula, que era más terca que él mismo, ni siquiera lo escuchaba. Mientras el capitán del ejército de su hermana pasaba lista izo una señal en dirección al otro lado de la playa donde había un pequeño fuego y un par o tres de cosas tirabas, cosa que le izo desviar la atención: habían atrapado a un chico de piel oscura que vestía con ropas azules de la tribu del agua. Automáticamente Zuko pensó en Katara, temió que le hubiera pasado algo y analizó el terreno en busca de ella, que para su sorpresa no se encontraba a la vista.
-  ¡NO! ¡soltadme! ¡yo no he hecho nada! – gritaba el chico de la tribu del agua mientras se zarandeaba atrapado pos unas esposas metálicas.
-         ¡Cállate, enano! – gruño el guardia mientras lo subía por la rampa de embarque.
-  Mierda… ¡HUYEEE! ¡SI ME OYES HUYEEE! – gritó con todas sus fuerzas a alguien que no estaba presente. Zuko supo que se refería a Katara, aunque los soldados lo interpretaran como que estaba loco. De nuevo el maestro del fuego rastreó la zona en busca de señales de ella: << ¿puede que aún no haya llegado? >> pensó Zuko mientras inspeccionaba el bosque, y entonces la vio, su silueta azul era inconfundible. Katara andaba sumergida en sus pensamientos sin siquiera prestar atención en a dónde iba hasta que escuchó en la lejanía a su hermano gritar cosa que la sorprendió y al entender la gravedad de los hechos, con el rostro horrorizado, echó a correr en su dirección, sin darse cuenta de que eso suponía exponerse ante ese gran ejercito dispuesto a capturarla, para salvarle. Zuko, más hábil, corrió en su dirección y la arrastró con él al suelo de manera que quedó sobre ella impidiéndole alzarse para evitar tal locura como esa.
-         ¡Suéltame! – gruñó mientras se retorcía bajo el pesado cuerpo del maestro del fuego.
-  No – respondió firme alzando su cara que se encontraba recostada sobre el hombro de la chica, apoyado sobre sus brazos con la cabeza de la joven entre ellos.
-  ¡¿No lo entiendes?! – dijo parándose a mirarle a los ojos con expresión desesperada - ¡tengo que salvar a mi hermano!
-  Escucha… - intentó tranquilizarla – eso está lleno de soldados de la nación del fuego, si sales ahí sola no serás más que un dos por uno, podrán contigo –  observó como el rostro de Katara se relajaba y lo contemplaba solamente a él a la espera de que continuase hablando. – ahora debes pensar con la cabeza, no con el corazón. – la joven no dijo nada, pero por su expresión era evidente, agachó la cabeza y la tristeza asomó en sus preciosos ojos azules: Zuko tenía razón. Entonces la joven alzó la cara y se topó con unos preciosos ojos ambarinos que la analizaban cada parte de su rostro, sus ojos, su nariz, sus labios… Zuko se había vuelto a perder observándola << ¿por qué? ¿tanto… le atraía?>> pensó desconcertado, era la primera vez que algo le abstraía de la realidad de esa manera y se sentía algo extraño, hasta ahora todo lo que le había importado era encontrar al avatar...
 Los colores subieron rápidamente a sus mejillas al ser consciente de la situación en la se encontraban. Al ver la reacción de Katara, él también reaccionó, miró hacia la playa y comprobó que Azula se había marchado sin dejar nada tras ella, incluso su tío Iroh había desaparecido, se alzó y le tendió la mano a Katara para que pudiese levantarse más fácilmente. Entonces, cuando ella vio también que ya nadie quedaba en la playa donde su hermano y ella habían parado para asearse, volvió a enojarse por la pérdida de su hermano.
-  ¡Muy bien! ¡Genial! – hizo una pausa tratando de tranquilizarse a sí misma, cerró los ojos y susurró – oh, dios… - y finalmente dijo mas serena - ¿Y ahora qué? – interrogó con la mirada al príncipe, haciéndole responsable de su situación actual. Sus ojos se clavaron en los de él, pero este desvió la mirada tratando de buscar una solución en el frondoso suelo. Zuko suspiró creyéndolo todo perdido cuando de pronto recordó algo.
-  Creo… - anunció finalmente consultando sus recuerdos – Sé a dónde es más probable que hayan llevado a tu hermano. – rectificó. La chica lo miró sorprendida.
-  Suena como si fueses a ayudarme… - dudó – tu… ¿lo harías? – en sus ojos se escondía una chispa de euforia que Katara trataba de no mostrar a toda costa, pero esa sensación se le subía a la garganta como una ola de calor y le daban ganas de pegar saltos de alegría simplemente por la pequeña probabilidad existente de que así fuera.
-  Bueno, yo… creo que es lo mínimo que puedo hacer después de esto. Al fin y al cabo si han arrestado a tu hermano ha sido culpa mía… - se sinceró el maestro del fuego. Aquella chispa que había conseguido arrancar una leve sonrisa en el rostro de la joven se desvaneció.
-         ¿Por haberme evitado salvarlo? – dijo confusa y algo asustada.
-  Por haber venido aquí.- respondió él. La joven no comprendía – Esa mujer morena que vestía ropas del ejército del fuego que has visto, era mi hermana. – dijo decisivo.
-         No me he fijado en ninguna mujer. – admitió ella tratando de recordar. El príncipe se echó una mano a la cabeza, suspiró y explicó.
-         El gran barco que había atracado junto al mío, era el de mi hermana, Azula, que había venido a buscarme… bueno, más correctamente, ha arrestarme y…
-  ¿Por qué querría tú hermana arrestarte? – le interrumpió ella: cada vez le resultaba todo más confuso. En respuesta a esto, Zuko se demoró en contestar, agachó la cabeza con cara melancólica y algunas imágenes que creía enterradas en el fondo de su corazón salieron a la luz en forma de agonía: Katara supo que se trataba de un tema tabú y sintió que su dolor la envolvía: << ¿tendrá algo que ver con la cicatriz de su rostro? >> pensó mientras se mordía el labio inferior.
-  Es una larga historia. – dijo al fin mientras posaba sus ojos ambarinos en los de la maestra del agua. Hizo una pausa – pero el caso es que, debido a esto, encontró a tu hermano y se lo llevó por ser un refugiado. – dijo sereno y preparado para cargar con todas las culpas. Katara se dio cuenta pero eso no le importaba.
-  Y debido a esta, también nos encontramos nosotros dos – concluyó inclinándose levemente para buscar su rostro gacho con la intención de hacerle sentir mejor y una sonrisa que levantaría el ánimo a cualquiera. – no creas que no me importa lo de mi hermano pero, ¿qué culpa tienes tu? – preguntó ella haciendo que tal afirmación sonara absurda. Para el príncipe, acostumbrado a la disciplina militar que en la nación del fuego se infundía des de la niñez y a ser consecuente con sus acciones, aquello fue como un golpe bajo del que no supo defenderse, bajó la guardia y dejo que los colores se subieran a sus mejillas como si de un pequeño chiquillo se tratara. Para cuando se dio cuenta, Katara se reía a carcajadas por aquella linda expresión que tan extraña resultaba para un adolescente enfundado en un uniforme de los temibles guerreros de la nación del fuego, y a pesar de las mil y una razones por las que no debería hacerlo, Zuko se relajó hasta dejar ver un brillante sonrisa en su rostro, completamente sincera y algo tímida, a la que la joven respondió inmediatamente con otra radiante y, por supuesto, igualmente sincera. Segundos después se hizo el silenció verbal aunque los ojos de ambos se gritaban cosas imposibles de percibir para el oído humano. Ambos se miraban tan profundamente que estaban fuera de toda regla espacio-temporal existente, pero muchas más cosas tenían en la cabeza, cosas que no podían esperar a mañana y eran realmente importantes.
-  Sokka… - dijo ella con un hilo de voz apartando la mirada mientras una ola de culpabilidad la estremecía por estar allí plantada sin ayudarle. Zuko también se sentía culpable por estar traicionando todo aquello que le habían enseñado que no debía hacer: escapar de la ley, ayudar a una refugiada de otra nación,… ¿enamorarse? <<¡NOO! >> negaba en su propia cabeza – Por favor, ¡ayúdame! – le dijo parándose a mirarle a los ojos fijamente mientras lo agarraba por los hombros. Él la miró, giró el rostro hacia un lado mientras suspiraba, no soportaba ver esos ojos azules tan intensos y sinceros.
-  Te llevaré a donde se han llevado a tu hermano. – dijo finalmente y miró el cielo – Pronto se hará de noche. Si somos capaces de llegar mañana por la mañana a la ciudad más próxima, podremos alquilar un barco pequeño y llegar allí por la noche. A oscuras nos será más fácil entrar, y si todo va bien, al amanecer habremos vuelto con tu hermano sano y salvo. De momento propongo que durmamos un poco, para mañana poder madrugar. Por cierto, creo que va a llover. – dijo mirando a Katara decidido, estaba tan guapo cuando ponía esa expresión que inconscientemente ella no pudo evitar sonreír, así que agacho la cabeza ligeramente para esconderlo, se giró y anduvo en dirección a los restos del campamento que habían levantado su hermano y ella hacía un par o tres de horas atrás, antes de que toda aquella catástrofe hubiese sucedido. Cuando Zuko vio lo que hacía se quedó parado con cara de sorpresa, creyendo que se había perdido algo.
-  Se te da bien mandar, ¿eh? – se giró a medio camino y lo miró con aquella sonrisilla de satisfacción tan característica suya. Él sonrió ligeramente, puso sus manos detrás de la nuca, con aires de satisfacción también, y empezó a seguirla.
-  Bueno, es a lo que me dedico. – respondió cuando ya casi la había alcanzado. Ella se rió y siguieron andando hasta el campamento.

Capítulo 2 ~fin~
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

avandia